Fue en una visita al Movimiento de Objeción de Conciencia en Bilbao, hace unos quince años, cuando aprendí las maneras que luego he intentado desarrollar en la poesía. En la sesión a la que asistí, aquellos objetores al Servicio Militar proyectaban la acción siguiente: querían saltar la valla del Gobierno Militar de Vizcaya disfrazados de abeja para, posteriormente, encadenarse y entregarse pacíficamente a los soldados. Luego he visto otras acciones similares o aún mejores de Greenpeace u otros movimientos, acciones en las que se trata de llamar la atención de la opinión pública con humor, audacia e imaginación, tratando en lo posible de no destruir nada y no perjudicar al resto de ciudadanos. Por eso, cuando leí en los diarios de ayer que habían pintado con los colores de la bandera gay al único toro de Osborne que hay en Mallorca, símbolo macho y patrio por excelencia, me dije: pero qué sinvergüenzas, qué falta de respeto y qué mala educación. Quiero decir: pero qué buenos, qué grandes y qué envidia.
viernes, 15 de abril de 2011
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