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El poeta antiguo atendía al ritmo de cada verso en particular, el verso-librista atiende a la armonía total de la estrofa. Es una orquestación más amplia, sin compás machacante de organillo. A las protestas de los retóricos adocenados diremos que cada uno de los metros clásicos oficiales y patentados significó, también, en un tiempo, la conquista de una nueva forma, de una nueva libertad. Y a los que no perciben la armonía del verso libre les diremos que reeduquen bien su oído, su pésimo oído, puesto que soportan con gusto largas tiradas de versos iguales que a veces durante media hora están apaleando el oído o cada cierto número fijo de sílabas.
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También les diremos que recuerden que cuando Boscán llevó a España el endecasílabo italiano fue rudamente atacado y que nadie percibía entonces el ritmo del verso que pocos años después sería el favorito de la alta poesía clásica castellana.
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Todo evoluciona; confiemos también nosotros en la evolución de los malos oídos, confiemos en que algún día percibirán todos el maravilloso ritmo interior.
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La idea es la que debe crear el ritmo y no el ritmo a la idea, como en casi todos los poetas antiguos.
VICENTE HUIDOBRO, Prefacio a Adán, recogido en Vicente Huidobro, Júcar, Madrid, 1980, edición de Jaime Concha, pág. 41
sábado, 11 de junio de 2011
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