Contaba a menudo un extraño suceso que le ocurrió un verano, en Weimar, cuando visitaba la casa de Goethe. Se hospedaba en el Zun Elefanten, un viejo hotel con leyenda y suelos de madera, manteles de hilo y camareras con cofia, y volvía caminando por un parque. Casi de repente empezaron a sonar truenos lejanos, y el cielo se cubrió de nubes de tormenta. Un viento inesperado, frondoso y entusiasta, comenzó a sacudir las ramas de los árboles, y cayó una niebla blanca e inconsistente, algo ingrávida, como un cristal opaco. Al cabo de un momento se había perdido. Consiguió llegar a una casita a cuya puerta llamó insistentemente en vano, un segundo antes de que empezara a llover. Y en aquel laberinto oscuro y lleno de sombras, a punto de rendirse, distinguió a lo lejos tres figuras, borrosas y espectrales, a las que se acercó en medio del violento chaparrón. Al llegar a la primera, se topó con sus ojos rasgados, el gesto sorprendido, y un lento balbuceo incomprensible, igual que los demás. ¡Eran japoneses!, decía entusiasmado. ¡Tres japoneses en medio de una tormenta en Weimar! Intentó, durante semanas, encontrar el significado oculto de aquella historia. Porque siempre tuvo una idea trascendente de cuanto le ocurría, algo de visionario, de nigromante de cucurucho en la cabeza y túnica azulona, con estrellas.
JESÚS MARCHAMALO / DAMIÁN FLORES, 44 escritores de la literatura universal, Siruela, Madrid, 2009, pág. 147
. viernes, 10 de junio de 2011
ANECDOTARIO DE POETAS (330): Rilke se encuentra con tres japoneses en medio de una tormenta en Weimar
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