Para estudiar un poco la prosa del siglo, en castellano (con las inevitables escapadas a otras lenguas) hay que empezar distinguiendo entre escritores que escriben y escritores que redactan. Luis G. Seara me lo explicaba muy bien la otra noche:
–Mira, Umbral, los ingenieros de caminos, en España, cuando tenían que hacer un camino a través de un monte, seguían “el procedimiento del burro”, o sea, soltaban un burro local, conocedor del monte, y por donde iba el burro hacían la carretera. No hay duda de que el burro había consagrado siempre el mejor camino. Y no estoy muy seguro de que no se siga utilizando el procedimiento del burro.
Tampoco uno está muy seguro de que no haya, entre los escritores, algunos que sigan utilizando el procedimiento del burro: es decir, el camino más corto y aburrido para contar una historia. Mas, para ser escritor de verdad, hay que utilizar exactamente el camino contrario del burro. El primer escritor español del siglo que hace prosa, con voluntad de que el lenguaje signifique por sí mismo, y no sea un mero vehículo redaccional, es don Miguel de Unamuno. Unamuno, en el ensayo, la novela, la filosofía, pone siempre en funcionamiento la musculatura del lenguaje, frente a la astenia de Azorín y Baroja (y de Machado, a veces, en verso). El primer escritor en castellano consciente de que incluso la filosofía es lenguaje es Unamuno, y no sabemos cuánto le debemos a este viejo.
FRANCISCO UMBRAL, Memorias de un hijo del siglo, Ediciones El País, Madrid, 1987
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