domingo, 12 de junio de 2011

SEIS - Nuevas hazañas y cobardías de Juan Intrépido y Juan Temeroso

Existe un Juan Temeroso que sale con Natalia y existe un Juan Intrépido que la escribe. El mendrugo que sale con ella suele tener los músculos tan preñados de miedo que al principio no acertaba ni a decir bien su nombre, Natalia, sino que balbuceaba tropezosamente Natlia o Natla o Atlia, o se comportaba como un marmolillo al que le sobraran casi todas las partes de su cuerpo: no sabía qué hacer con las piernas ni dónde ponerlas, qué hacer con los brazos o cuándo moverlos, qué hacer con el pelo o hacia qué parte colocarlo. Cómo será de ciruelo para cualquier tipo de afecto que hace muy poco, diez días después del primer beso, Natalia le ha dicho:
–Al fin estás empezando a besarme.
Al fin la está empezando a besar. Porque los dos mil primeros besos se los ha dado ella al ciento por ciento y el muy calabacín se ha limitado a poner los labios, pues bastante hace con intentar calmar su respiración de lagartija como para además pasar al ataque. Así es el pobre Juan Temeroso, la vergüenza del orgullo macho, siempre dejando en ridículo el pabellón de los hombres.
Pero existe otro hombre que la escribe. Ese Juan Intrépido soy yo. Igual que Gauguin presumía de pintar con el pene erecto, yo suelo escribir en estado febril de rabia y cerveza. Me basta con abrir el portátil para que los caimanes huyan del teclado y la noche se me ofrezca con su ramo de camelias. Ningún miedo ni demora aquí: en este reino las leyes son las mías y míos son también la muñeca y el caballo de vapor. Estoy delante de una pantalla y Natalia me mira desde el otro lado: aquí me siento el hombre más alto de todos.
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