Cuando publicamos la primera edición de estas "Mil mejores poesías", insertamos en ella unas cuantas que, en efecto, creímos que no podían faltar de Juan Ramón Jiménez. Pues bien, a poco, una tarde se presentó en nuestra librería (teníamos una en la calle Preciados, esquina a la que entonces era llamada Mariana Pineda, hoy -hasta los nombres de las calles cambian, a veces sin mejorar- Maestro Victoria), y en modo alguno contento me dijo que por qué había insertado las poesías que habíamos puesto. Que eran muy malas. Que lamentaba incluso haberlas escrito. Que si rehacíamos la edición él nos indicaría las que debíamos poner. Y en fin, que estaba recogiendo, y era verdad, cuantos ejemplares encontraba de sus primeros libros para destruirlos, pues poesía, verdadera poesía, era tan sólo lo que entonces hacía. Y, en efecto, así ocurrió; en la segunda edición, para complacerle, tuvimos que poner las que él quiso. Cuando ya no pudo regañarme por haber ido al Parnaso (en todo caso al parnaso al que acabamos por ir todos), volví a las andadas. Y en las ediciones posteriores figuran seis poesías de las malas para él y buenas para mí, y dos de las malas para mí y buenas para él.
JOSÉ BERGUA, en la noticia preliminar a Las mil mejores poesías de la lengua castellana, Clasicos Bergua, Madrid, 1991, pág. 81
. domingo, 12 de junio de 2011
ANECDOTARIO DE POETAS (331): Juan Ramón Jiménez se arrepiente de sus primeros libros y los busca para destruirlos
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