En 1956, después de 34 años sin un nobel de Literatura español, el poeta Juan Ramón Jiménez se alzaba con el premio. Juan Ramón, exiliado en Puerto Rico, no era el candidato de la España oficial, que había pujado con todas sus fuerzas por Ramón Menéndez Pidal, gran filólogo y erudito. Tampoco se le apoyó en el exilio. El único padrino del poeta de Moguer fue el profesor de Oxford Cecil Maurice Bowra, considerado entonces como el mayor experto de la poesía contemporánea. Bowra sugiere el nombre de Juan Ramón Jiménez cuando, en 1952, el Comité Nobel le pide candidatos. “En mi opinión es el mayor de los poetas vivos, y merece totalmente este honor…”, escribe.
(...) En los archivos del Nobel hay constancia de que la poesía “mística” de Juan Ramón no conquistó al comité sueco de inmediato, pese a los esfuerzos de Bowra, y a los del escritor Hjalmar Gullbert, su principal valedor en la Academia de Estocolmo. Para la institución, no dejaba de ser un intransigente en materia de arte, una criatura fuera del tiempo, que había polemizado con buena parte del universo poético hispano. El suyo no era, a priori, un perfil de Nobel, y los archivos rebelan que si lo conquistó, a la quinta convocatoria, fue también porque España llevaba demasiado tiempo sin conseguirlo.
Para los académicos suecos su poesía era hierática, demasiado cerrada, difícil y elitista. Y, sobre todo, carente de “ardor”. Gullbert reconoce en uno de sus informes que Jiménez no tiene el calor vital de un Antonio Machado o un Federico García Lorca, pero, “a ninguno de los dos podemos premiarles porque han muerto en la Guerra Civil”.
Los nominados de 1956, el año de su triunfo, eran más de una treintena. Nombres famosos, como Albert Camus, Graham Greene, y Ezra Pound, entre decenas de perfectos desconocidos. Uno de ellos, un tal Jorge Luis Borges. El escritor argentino fue descartado sin demasiados miramientos. “No carece de interés”, escribe uno de los miembros del Comité, “pero no destaca en absoluto entre los nominados de este año”.
Un año en el que no faltaba Menéndez Pidal, con su apabullante lista de sostenedores internacionales. Pidal era un habitual en las candidaturas desde el año 1931. Pero en su caso los apoyos no surtieron efecto. Los suecos no dejan de ponerle pegas. Primero consideran que sus trabajos filológicos no encajan en el Nobel. Años después reconocen que sí. Pero para entonces, Pidal es anciano, objeta el académico Sigfrid Siwertz. “Tiene 83 años, y hace poco que se ha rechazado a [Benedetto] Croce por eso”.
LOLA GALÁN, Juan Ramón Jiménez, Nobel a pesar de España, EL PAÍS, 18 de noviembre de 2007 (AQUÍ)
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