Breaking

lunes, 13 de junio de 2011

TROYA LITERARIA (308): Baroja contra Unamuno

Intentará demostrar al mismo tiempo que cualquier escritor portugués o sudamericano es una gran cosa, y que en cambio Kant, Schopenhauer, Goethe o Nietzsche no son nada. Es el eterno aldeanismo, rebozado con una punta de envidia. [1918] (De Las horas solitarias)
Era el aldeano que sale del terruño y se hace rabiosamente ciudadano y adopta todos sus hábitos y sus procedimientos. Quiso primero ser un escritor español ilustre y después un escritor universal (...). Ya después de muerto, sin el brazo poderoso que sostenía el armazón de su obra, ésta se desmorona. Yo creo que el bagaje no era grande. Así lo pienso sin entusiasmo y sin odio. Sus novelas me parecen medianas y su obra filosófica no creo que tenga solidez ni importancia. [1944] (De Desde la última vuelta del camino, IV)
Esto de hablar de lo que no entendía era muy privativo de Unamuno. [1944] (De Desde la última vuelta del camino, I).
Se creía todo. Era, sin proponérselo, filósofo, matemático, filólogo, naturalista, además de vidente y profeta. [1947] (De Desde la última vuelta del camino, IV).
Yo nunca me sentí contra él. Únicamente no era partidario del sistema suyo de agarrar a cualquiera por su cuenta, de acogotarle, de atarle de pies y manos y de convertirle en un oyente mudo. [1947] (De Desde la última vuelta del camino, IV).
En muchas ocasiones se asemejaba a Letamendi, porque creía que las ideas más sencillas no se le habían ocurrido a nadie y que eran patrimonio de su inteligencia. (...)
No le hubiera indicado a Mozart o a Beethoven lo que tenía que ser la música, porque había decidido que la música no era nada; que no valía la pena de ocuparse de ella, porque a él no le gustaba y que sólo algunos tontos caían en ese lazo burdo de las notas.
Unamuno era hombre clásico de tertulia de ateneo, como se dan muchos en España. También lo era Valle-Inclán y otros de menos importancia. A estos hombres se les da un crédito ilimitado y se les autoriza todo. Esto en el Ateneo de Madrid debía de ser lo habitual. Ejercían un cacicato despótico. [1947] (De Desde la última vuelta del camino, IV).
A mí no me entusiasma Unamuno, ni como novelista, ni como poeta, ni como filósofo. No se lo hubiera dicho, en su cara, cuando vivía por no molestarle. Cuando le hablaba, le hablaba con amabilidad. Pero a mí no me gustaba ni me gusta lo que este paisano mío ha escrito. [1955] (De Aquí París)
PÍO BAROJA, Opiniones y paradojas, Tusquets, Barcelona, 2000, selección de Miguel Sánchez-Ostiz, págs. 249 y 250 .

No hay comentarios:

Publicar un comentario